CAPÍTULO 1


Moroni escribe para el beneficio de los lamanitas—Se mata a todo nefita que no niegue al Cristo. Aproximadamente 401—421 d.C.

1 Ahora bien, yo, aMoroni, después de haber acabado de compendiar los anales del pueblo de Jared, había pensado no escribir más, pero no he perecido todavía; y no me doy a conocer a los lamanitas, no sea que me destruyan.

2 Porque he aquí, sus aguerras entre ellos mismos son extremadamente furiosas; y por motivo de su odio, bmatan a todo nefita que no niegue al Cristo.

3 Y yo, Moroni, no anegaré al Cristo; de modo que ando errante por donde puedo, para proteger mi propia vida.

4 Por consiguiente, escribo unas pocas cosas más, contrario a lo que había supuesto; porque había pensado no escribir más; pero escribo unas cuantas cosas más, que tal vez sean de valor a mis hermanos los lamanitas en algún día futuro, según la voluntad del Señor.

CAPÍTULO 2

Jesús dio a los doce discípulos nefitas poder para conferir el don del Espíritu Santo. Aproximadamente 401—421 d.C.

1 Las palabras de Cristo, las cuales habló a sus adiscípulos, los doce que había escogido, al imponerles las manos.

2 Y los llamó por su nombre, diciendo: Pediréis al Padre en mi nombre, con poderosa oración; y después que hayáis hecho esto, tendréis apoder para que a aquel a quien impongáis las bmanos, cle confiráis el Espíritu Santo; y en mi nombre lo conferiréis, porque así lo hacen mis apóstoles.

3 Y Cristo les habló estas palabras al tiempo de su primera aparición; y la multitud no las oyó, mas los discípulos sí las oyeron; y sobre todos aquellos a los que aimpusieron las manos, descendió el Espíritu Santo.


CAPÍTULO 3

Los élderes ordenan presbíteros y maestros mediante la imposición de manos. Aproximadamente 401—421 d.C.

1 La forma en que los discípulos, que eran llamados los aélderes de la iglesia, bordenaban presbíteros y maestros:

2 Después de haber orado al Padre en el nombre de Cristo, les imponían las manos, y decían:

3 En el nombre de Jesucristo, te ordeno para que seas presbítero (o si fuera maestro, te ordeno para que seas maestro) para predicar el arrepentimiento y la aremisión de pecados, por medio de Jesucristo, mediante la perseverancia en la fe en su nombre hasta el fin. Amén.

4 Y de este modo aordenaban presbíteros y maestros, según los bdones y llamamientos de Dios a los hombres; y los ordenaban por el cpoder del Espíritu Santo que había en ellos.

CAPÍTULO 4

Se expone la forma en que los élderes y los presbíteros administran el pan sacramental. Aproximadamente 401—421 d.C.

1 La aforma en que sus bélderes y presbíteros administraban la carne y la sangre de Cristo a la iglesia; y las cadministraban de acuerdo con los mandamientos de Cristo; por tanto, sabemos que la manera es correcta; y el élder o el presbítero las administraba.

2 Y se arrodillaban con la iglesia, y oraban al Padre en el nombre de Cristo, diciendo:

3 Oh Dios, Padre Eterno, en el nombre de Jesucristo, tu Hijo, te pedimos que bendigas y santifiques este apan para las almas de todos los que participen de él, para que lo coman en bmemoria del cuerpo de tu Hijo, y testifiquen ante ti, oh Dios, Padre Eterno, que están dispuestos a tomar sobre sí el cnombre de tu Hijo, y a recordarle siempre, y a guardar sus mandamientos que él les ha dado, para que siempre puedan tener su dEspíritu consigo. Amén.

CAPÍTULO 5

Se expone la forma de administrar el vino sacramental. Aproximadamente 401—421 d.C.

1 La amanera de administrar el vino. He aquí, tomaban la copa y decían:

2 Oh Dios, Padre Eterno, en el nombre de Jesucristo, tu Hijo, te pedimos que bendigas y santifiques este avino para las almas de todos los que lo beban, para que lo hagan en bmemoria de la sangre de tu Hijo, que por ellos se derramó; para que testifiquen ante ti, oh Dios, Padre Eterno, que siempre se acuerdan de él, para que puedan tener su Espíritu consigo. Amén.



CAPÍTULO 6

Las personas que se arrepienten son bautizadas y hermanadas en la Iglesia—Los miembros de la Iglesia que se arrepienten son perdonados—Las reuniones se dirigen por el poder del Espíritu Santo. Aproximadamente 401—421 d.C.

1 Y ahora hablo concerniente al abautismo. He aquí, eran bautizados élderes, presbíteros y maestros; y no eran bautizados a menos que dieran frutos apropiados para manifestar que eran bdignos de ello.

2 Ni tampoco recibían a nadie para el bautismo, a menos que viniese con un acorazón quebrantado y un espíritu contrito, y testificase a la iglesia que verdaderamente se había arrepentido de todos sus pecados.

3 Y a nadie recibían para el bautismo, a menos que atomara sobre sí el nombre de Cristo, teniendo la determinación de servirle hasta el fin.

4 Y después que habían sido recibidos por el bautismo, y el poder del Espíritu Santo había obrado en ellos y los había apurificado, eran contados entre los del pueblo de la iglesia de Cristo; y se inscribían sus bnombres, a fin de que se hiciese memoria de ellos y fuesen nutridos por la buena palabra de Dios, para guardarlos en el camino recto, para conservarlos continuamente catentos a orar, dconfiando solamente en los méritos de Cristo, que era el eautor y perfeccionador de su fe.

5 Y la aiglesia se reunía a bmenudo para cayunar y orar, y para hablar unos con otros concerniente al bienestar de sus almas.

6 Y se reunían con frecuencia para participar del pan y vino, en memoria del Señor Jesús.

7 Y se esforzaban estrictamente por que ano hubiese iniquidad entre ellos; y a quienes hallaban que habían cometido iniquidad, y eran condenados ante los bélderes por ctres testigos de la iglesia, y si no se arrepentían ni dconfesaban, sus nombres eran eborrados, y no eran contados entre el pueblo de Cristo.

8 Mas acuantas veces se arrepentían y pedían perdón, con verdadera intención, se les bperdonaba.

9 Y los de la iglesia adirigían sus reuniones de acuerdo con las manifestaciones del Espíritu, y por el poder del bEspíritu Santo; porque conforme los guiaba el poder del Espíritu Santo, bien fuese predicar, o exhortar, orar, suplicar o cantar, así se hacía.



CAPÍTULO 7

Se hace la invitación a entrar en el reposo del Señor—Orad con verdadera intención—El Espíritu de Cristo habilita a los hombres para discernir el bien del mal—Satanás persuade a los hombres a negar a Cristo y hacer lo malo—Los profetas manifiestan la venida de Cristo—Por medio de la fe, se efectúan los milagros y los ángeles ministran—Los hombres deben tener la esperanza de obtener la vida eterna y deben allegarse a la caridad. Aproximadamente 401—421 d.C.

1 Y ahora yo, Moroni, escribo unas pocas de las palabras que mi padre Mormón habló concernientes a la afe, a la esperanza y a la caridad; porque de esta manera habló al pueblo, mientras les enseñaba en la sinagoga que habían construido como sitio donde adorar.

2 Y ahora yo, Mormón, os hablo a vosotros, amados hermanos míos; y es por la gracia de Dios el Padre, y nuestro Señor Jesucristo, y su santa voluntad, debido al don del allamamiento que me hizo, que se me permite hablaros en esta ocasión.

3 Por tanto, quisiera hablaros a vosotros que sois de la iglesia, que sois los pacíficos discípulos de Cristo, y que habéis logrado la esperanza necesaria mediante la cual podéis entrar en el areposo del Señor, desde ahora en adelante, hasta que tengáis reposo con él en el cielo.

4 Y juzgo esto de vosotros, mis hermanos, por razón de vuestra aconducta pacífica para con los hijos de los hombres.

5 Porque me acuerdo de la palabra de Dios, que dice: Por sus obras los aconoceréis; porque si sus obras son buenas, ellos también son buenos.

6 Porque he aquí, Dios ha dicho que un hombre, siendo amalo, no puede hacer lo que es bueno; porque si presenta una ofrenda, o si bora a Dios, a menos que lo haga con verdadera intención, de nada le aprovecha.

7 Porque he aquí, no se le cuenta como obra buena.

8 Pues he aquí, si un hombre, siendo amalo, presenta una ofrenda, lo hace de bmala gana; de modo que le es contado como si hubiese retenido la ofrenda; por tanto, se le tiene por malo ante Dios.

9 E igualmente le es contado por mal a un hombre si ora y no lo hace con averdadera intención de corazón; sí, y nada le aprovecha, porque Dios no recibe a ninguno de éstos.

10 Por tanto, un hombre, siendo malo, no puede hacer lo que es bueno; ni presentará una ofrenda buena.

11 Porque he aquí, una afuente amarga no puede dar agua buena; ni tampoco puede una fuente buena dar agua amarga; de modo que si un hombre es siervo del diablo, no puede seguir a Cristo; y si bsigue a Cristo, no puede ser siervo del diablo.

12 Por consiguiente, todo lo que es abueno viene de Dios, y lo que es bmalo viene del diablo; porque el diablo es enemigo de Dios, y lucha contra él continuamente, e invita e induce a cpecar y a hacer lo que es malo sin cesar.

13 Mas he aquí, lo que es de Dios invita e induce a hacer lo bueno continuamente; de manera que todo aquello que ainvita e induce a hacer lo bueno, y a amar a Dios y a servirle, es binspirado por Dios.

14 Tened cuidado, pues, amados hermanos míos, de que no juzguéis que lo que es amalo sea de Dios, ni que lo que es bueno y de Dios sea del diablo.

15 Pues he aquí, mis hermanos, os es concedido ajuzgar, a fin de que podáis discernir el bien del mal; y la manera de juzgar es tan clara, a fin de que sepáis con un perfecto conocimiento, como la luz del día lo es de la obscuridad de la noche.

16 Pues he aquí, a todo hombre se da el aEspíritu de Cristo para que sepa bdiscernir el bien del mal; por tanto, os muestro la manera de juzgar; porque toda cosa que invita a hacer lo bueno, y persuade a creer en Cristo, es enviada por el poder y el don de Cristo, por lo que sabréis, con un conocimiento perfecto, que es de Dios.

17 Pero cualquier cosa que persuade a los hombres a hacer lo amalo, y a no creer en Cristo, y a negarlo, y a no servir a Dios, entonces sabréis, con un conocimiento perfecto, que es del diablo; porque de este modo obra el diablo, porque él no persuade a ningún hombre a hacer lo bueno, no, ni a uno solo; ni lo hacen sus ángeles; ni los que a él se sujetan.

18 Ahora bien, mis hermanos, en vista de que conocéis la luz por la cual podéis juzgar, la cual es la aluz de Cristo, cuidaos de juzgar equivocadamente; porque con el mismo bjuicio con que juzguéis, seréis también juzgados.

19 Por tanto, os suplico, hermanos, que busquéis diligentemente en la aluz de Cristo, para que podáis discernir el bien del mal; y si os aferráis a todo lo bueno, y no lo condenáis, ciertamente seréis bhijos de Cristo.

20 Y ahora bien, hermanos míos, ¿cómo es posible que os aferréis a todo lo bueno?

21 Ahora llegamos a esa fe de la cual dije que hablaría; y os indicaré la forma en que podéis aferraros a todo lo bueno.

22 Porque he aquí, asabiendo Dios todas las cosas, dado que existe de eternidad en eternidad, he aquí, él envió bángeles para ministrar a los hijos de los hombres, para manifestar concerniente a la venida de Cristo; y que en Cristo habría de venir todo lo bueno.

23 Y Dios también declaró a los profetas, por su propia boca, que Cristo vendría.

24 Y he aquí, de diversos modos manifestó cosas que eran buenas a los hijos de los hombres; y todas las cosas que son buenas vienen de Cristo; de lo contrario, los hombres se hallaban acaídos, y ninguna cosa buena podía llegar a ellos.

25 De modo que por la ministración de aángeles, y por toda palabra que salía de la boca de Dios, empezaron los hombres a ejercitar la fe en Cristo; y así, por medio de la fe, se aferraron a todo lo bueno; y así fue hasta la venida de Cristo.

26 Y después que vino, los hombres también fueron salvos por la fe en su nombre; y por la fe llegan a ser hijos de Dios. Y tan ciertamente como Cristo vive, habló estas palabras a nuestros padres, diciendo: aCuanto le pidáis al Padre en mi nombre, que sea bueno, con fe creyendo que recibiréis, he aquí os será concedido.

27 Por tanto, amados hermanos míos, ¿han cesado los amilagros porque Cristo ha subido a los cielos, y se ha sentado a la diestra de Dios para breclamar del Padre sus derechos de misericordia que él tiene sobre los hijos de los hombres?

28 Porque él ha cumplido los fines de la ley, y reclama a todos los que tienen fe en él; y los que tienen fe en él se aallegarán a todo lo bueno; por tanto, él baboga por la causa de los hijos de los hombres; y mora eternamente en los cielos.

29 Y porque ha hecho esto, ¿han cesado los milagros, mis queridos hermanos? He aquí, os digo que no; ni han cesado los ángeles de ministrar a los hijos de los hombres.

30 Porque he aquí, se sujetan a él para ejercer su ministerio de acuerdo con la palabra de su mandato, manifestándose a los que tienen una fe fuerte y una mente firme en toda forma de santidad.

31 Y el oficio de su ministerio es llamar a los hombres al arrepentimiento; y cumplir y llevar a efecto la obra de los convenios del Padre, los cuales él ha hecho con los hijos de los hombres; y preparar la vía entre los hijos de los hombres, declarando la palabra de Cristo a los vasos escogidos del Señor, para que den testimonio de él.

32 Y obrando de este modo, el Señor Dios prepara la senda para que el resto de los hombres tengan afe en Cristo, a fin de que el Espíritu Santo tenga cabida en sus corazones, según su poder; y de este modo el Padre lleva a efecto los convenios que ha hecho con los hijos de los hombres.

33 Y Cristo ha dicho: aSi tenéis fe en mí, tendréis poder para hacer cualquier cosa que me sea bconveniente.

34 Y él ha dicho: aArrepentíos, todos vosotros, extremos de la tierra, y venid a mí, y sed bautizados en mi nombre, y tened fe en mí, para que seáis salvos.

35 Y ahora bien, amados hermanos míos, si resulta que estas cosas de que os hablo son verdaderas, y en el apostrer día Dios os mostrará con bpoder y gran gloria que son verdaderas, y si son verdaderas, ¿ha cesado el día de los milagros?

36 ¿O han cesado los ángeles de aparecer a los hijos de los hombres? ¿O les ha aretenido él el poder del Espíritu Santo? ¿O lo hará, mientras dure el tiempo, o exista la tierra, o haya sobre la faz de ella un hombre a quien salvar?

37 He aquí, os digo que no; porque es por la fe que se obran amilagros; y es por la fe que aparecen ángeles y ejercen su ministerio a favor de los hombres; por tanto, si han cesado estas cosas, ¡ay de los hijos de los hombres, porque es a causa de la bincredulidad, y todo es inútil!

38 Porque, según las palabras de Cristo, ningún hombre puede ser salvo a menos que tenga fe en su nombre; por tanto, si estas cosas han cesado, la fe también ha cesado; y terrible es la condición del hombre, pues se halla como si no se hubiera efectuado redención alguna.

39 Mas he aquí, mis amados hermanos, opino de vosotros cosas mejores, porque juzgo que tenéis fe en Cristo a causa de vuestra mansedumbre; porque si no tenéis fe en él, entonces no sois adignos de ser contados entre el pueblo de su iglesia.

40 Y además, amados hermanos míos, quisiera hablaros concerniente a la aesperanza. ¿Cómo podéis lograr la fe, a menos que tengáis esperanza?

41 Y ¿qué es lo que habéis de aesperar? He aquí, os digo que debéis tener besperanza, por medio de la expiación de Cristo y el poder de su resurrección, en que seréis resucitados a cvida eterna, y esto por causa de vuestra fe en él, de acuerdo con la promesa.

42 De manera que si un hombre tiene afe, es bnecesario que tenga esperanza; porque sin fe no puede haber esperanza.

43 Y además, he aquí os digo que el hombre no puede tener fe ni esperanza, a menos que sea amanso y humilde de corazón.

44 Porque si no, su afe y su esperanza son vanas, porque nadie es aceptable a Dios sino los mansos y humildes de corazón; y si un hombre es manso y humilde de corazón, y bconfiesa por el poder del Espíritu Santo que Jesús es el Cristo, es menester que tenga caridad; porque si no tiene caridad, no es nada; por tanto, es necesario que tenga caridad.

45 Y la acaridad es sufrida y es benigna, y no tiene benvidia, ni se envanece, no busca lo suyo, no se irrita fácilmente, no piensa el mal, no se regocija en la iniquidad, sino se regocija en la verdad; todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.

46 Por tanto, amados hermanos míos, si no tenéis caridad, no sois nada, porque la caridad nunca deja de ser. Allegaos, pues, a la caridad, que es mayor que todo, porque todas las cosas han de perecer;

47 pero la acaridad es el bamor puro de Cristo, y permanece para siempre; y a quien la posea en el postrer día, le irá bien.

48 Por consiguiente, amados hermanos míos, apedid al Padre con toda la energía de vuestros corazones, que seáis llenos de este amor que él ha otorgado a todos los que son bdiscípulos verdaderos de su Hijo Jesucristo; para que lleguéis a ser hijos de Dios; para que cuando él aparezca, cseamos semejantes a él, porque lo veremos tal como es; para que tengamos esta esperanza; para que seamos dpurificados así como él es puro. Amén.


CAPÍTULO 8

El bautismo de los niños pequeños es una terrible iniquidad—Los niños pequeños viven en Cristo por motivo de la Expiación—La fe, el arrepentimiento, la mansedumbre y la humildad de corazón, la recepción del Espíritu Santo y la perseverancia hasta el fin conducen a la salvación. Aproximadamente 401—421 d.C.

1 Una epístola de mi apadre Mormón, escrita a mí, Moroni; y me la escribió poco después de mi llamamiento al ministerio; y de esta manera me escribió él, diciendo:

2 Mi amado hijo Moroni, me regocijo en extremo de que tu Señor Jesucristo te haya tenido presente, y te haya llamado a su ministerio y a su santa obra.

3 Yo siempre te tengo presente en mis oraciones, rogando sin cesar a Dios el Padre, en el nombre de su Santo Hijo, Jesús, que por su infinita abondad y bgracia te conserve mediante la perseverancia en la fe en su nombre hasta el fin.

4 Y ahora, hijo mío, te hablaré concerniente a lo que me aflige en extremo, porque me aflige que surjan acontenciones entre vosotros.

5 Porque, si he sabido la verdad, ha habido disputas entre vosotros concernientes al bautismo de vuestros niños pequeños.

6 Hijo mío, quisiera que trabajaras diligentemente para extirpar de entre vosotros este craso error; porque para tal propósito he escrito esta epístola.

7 Porque inmediatamente después que hube sabido estas cosas de vosotros, pregunté al Señor concerniente al asunto. Y la apalabra del Señor vino a mí por el poder del Espíritu Santo, diciendo:

8 Escucha las palabras de Cristo, tu Redentor, tu Señor y tu Dios: He aquí, vine al mundo no para llamar a los justos al arrepentimiento, sino a los pecadores; los asanos no necesitan de médico sino los que están enfermos; por tanto, los niños bpequeños son csanos, porque son incapaces de cometer dpecado; por tanto, la maldición de eAdán les es quitada en mí, de modo que no tiene poder sobre ellos; y la ley de la fcircuncisión se ha abrogado en mí.

9 Y de esta manera me manifestó el Espíritu Santo la palabra de Dios; por tanto, amado hijo mío, sé que es una solemne burla ante Dios que bauticéis a los niños pequeños.

10 He aquí, te digo que esto enseñarás: El arrepentimiento y el bautismo a los que son aresponsables y capaces de cometer pecado; sí, enseña a los padres que deben arrepentirse y ser bautizados, y humillarse como sus bniños pequeños, y se salvarán todos ellos con sus pequeñitos.

11 Y sus aniños pequeños no necesitan el arrepentimiento, ni tampoco el bautismo. He aquí, el bautismo es para arrepentimiento a fin de cumplir los mandamientos para la bremisión de pecados.

12 Mas los aniños pequeños viven en Cristo, aun desde la fundación del mundo; de no ser así, Dios es un Dios parcial, y también un Dios variable que hace bacepción de personas; porque ¡cuántos son los pequeñitos que han muerto sin el bautismo!

13 De modo que si los niños pequeños no pudieran salvarse sin ser bautizados, éstos habrían ido a un infierno sin fin.

14 He aquí, te digo que el que supone que los niños pequeños tienen necesidad del bautismo se halla en la hiel de la amargura y en las cadenas de la iniquidad, porque no tiene afe, ni esperanza, ni caridad; por tanto, si fuere talado mientras tenga tal pensamiento, tendrá que bajar al infierno.

15 Porque terrible es la iniquidad de suponer que Dios salva a un niño a causa del bautismo, mientras que otro debe perecer porque no tuvo bautismo.

16 ¡Ay de aquellos que perviertan de esta manera las vías del Señor!, porque perecerán, salvo que se arrepientan. He aquí, hablo con valentía, porque tengo aautoridad de Dios; y no temo lo que el hombre haga, porque el bamor perfecto cdesecha todo temor.

17 Y me siento lleno de acaridad, que es amor eterno; por tanto, todos los niños son iguales ante mí; por tanto, amo a los bniños pequeñitos con un amor perfecto; y son todos iguales y participan de la salvación.

18 Porque yo sé que Dios no es un Dios parcial, ni un ser variable; sino que es ainmutable de beternidad en eternidad.

19 Los aniños pequeños no pueden arrepentirse; por consiguiente, es una terrible iniquidad negarles las misericordias puras de Dios, porque todos viven en él por motivo de su bmisericordia.

20 Y el que diga que los niños pequeños necesitan el bautismo niega las misericordias de Cristo y desprecia su aexpiación y el poder de su redención.

21 ¡Ay de éstos, porque están en peligro de muerte, ainfierno y un btormento sin fin! Lo digo osadamente; Dios me lo ha mandado. Escuchad estas palabras y obedecedlas, o testificarán contra vosotros ante el ctribunal de Cristo.

22 Porque he aquí, todos los niños pequeñitos aviven en Cristo, y también todos aquellos que están sin bley. Porque el poder de la credención surte efecto en todos aquellos que no tienen ley; por tanto, el que no ha sido condenado, o sea, el que no está bajo condenación alguna, no puede arrepentirse; y para tal el bautismo de nada sirve;

23 antes bien, es una burla ante Dios, el negar las misericordias de Cristo y el poder de su Santo Espíritu, y el poner la confianza en obras amuertas.

24 He aquí, hijo mío, esto no debe ser así; porque el aarrepentimiento es para aquellos que están bajo condenación y bajo la maldición de una ley violada.

25 Y las primicias del aarrepentimiento es el bbautismo; y el bautismo viene por la fe para cumplir los mandamientos; y el cumplimiento de los mandamientos trae la cremisión de los pecados;

26 y la remisión de los pecados trae la amansedumbre y la humildad de corazón; y por motivo de la mansedumbre y la humildad de corazón viene la visitación del bEspíritu Santo, el cual cConsolador llena de desperanza y de eamor perfecto, amor que perdura por la fdiligencia en la goración, hasta que venga el fin, cuando todos los hsantos morarán con Dios.

27 He aquí, hijo mío, te escribiré otra vez, si no salgo pronto contra los lamanitas. He aquí, el aorgullo de esta nación, o sea, el pueblo de los nefitas, ha sido la causa de su destrucción a menos que se arrepientan.

28 Ruega por ellos, hijo mío, a fin de que venga a ellos el arrepentimiento. Pero he aquí, temo que el Espíritu ya ha dejado de aluchar con ellos; y en esta parte de la tierra están procurando también destruir todo poder y autoridad que viene de Dios; y están bnegando al Espíritu Santo.

29 Y después de rechazar tan grande conocimiento, hijo mío, deben perecer en breve, para que se cumplan las profecías que hablaron los profetas, así como las palabras de nuestro Salvador mismo.

30 Adiós, hijo mío, hasta que te escriba, o te vuelva a ver. Amén.


La segunda epístola de Mormón a su hijo Moroni.
Comprende el capítulo 9.
CAPÍTULO 9


Tanto los nefitas como los lamanitas se han depravado y degenerado—Se torturan y se asesinan unos a otros—Mormón suplica que la gracia y la bondad de Dios acompañen a Moroni para siempre. Aproximadamente 401—421 d.C.

1 Mi amado hijo, te escribo otra vez para que sepas que estoy vivo todavía; pero escribo algo de aquello que es penoso.

2 Porque he aquí, he tenido una reñida batalla con los lamanitas, en la cual no vencimos; y Arqueanto ha caído por la espada, y también Luram y Emrón; sí, y hemos perdido un gran número de nuestros mejores hombres.

3 Y ahora bien, he aquí, hijo mío, temo que los lamanitas destruyan a los de este pueblo; porque no se arrepienten, y Satanás de continuo los está provocando a la ira unos contra otros.

4 He aquí, continuamente estoy afanándome con ellos; y cuando les hablo la palabra de Dios con aseveridad, tiemblan y se enojan conmigo; y cuando no empleo la severidad, endurecen el corazón contra la palabra; por tanto, temo que el Espíritu del Señor ha cesado de bluchar con ellos.

5 Porque es tan grande su ira, que me parece que no temen la muerte; y han perdido su amor, el uno para con el otro; y siempre están asedientos de sangre y de venganza.

6 Y ahora bien, mi querido hijo, pese a su dureza, trabajemos adiligentemente; porque si dejamos de bobrar, incurriremos en la condenación. Porque tenemos una obra que debemos efectuar mientras estemos en este tabernáculo de barro, a fin de vencer al enemigo de toda rectitud, y dar reposo a nuestras almas en el reino de Dios.

7 Y ahora escribo un poco concerniente a los padecimientos de este pueblo, porque según las noticias que he recibido de Amorón, he aquí, los lamanitas tienen muchos prisioneros que tomaron de la torre de Sherriza; y había entre ellos hombres, mujeres y niños.

8 Y a los maridos y padres de estas mujeres y niños los han matado; y alimentan a las mujeres con la carne de sus esposos, y a los niños con la carne de sus padres; y no les dan sino un poco de agua.

9 Mas no obstante esta gran abominación de los lamanitas, no excede a la de nuestro pueblo en Moriántum. Pues he aquí, han tomado cautivas a muchas de las hijas de los lamanitas; y después de privarlas de lo que era más caro y precioso que todas las cosas, que es la acastidad y la bvirtud,

10 después de haber hecho esto, las asesinaron de la manera más cruel, torturando sus cuerpos hasta la muerte; y después que han hecho esto, devoran sus cuerpos como bestias salvajes, a causa de la dureza de sus corazones; y lo hacen como señal de valor.

11 Oh mi amado hijo, ¿cómo puede un pueblo como éste, que está sin civilización

12 (y sólo han pasado unos pocos años desde que era un pueblo deleitable y civilizado),

13 oh hijo mío, cómo puede un pueblo como éste, que se deleita en tanta abominación,

14 cómo podemos esperar que Dios adetenga su mano en juicio contra nosotros?

15 He aquí, mi corazón exclama: ¡Ay de este pueblo! ¡Ven en juicio, oh Dios, y oculta sus pecados, e iniquidad, y abominaciones, de ante tu faz!

16 Y además, hijo mío, hay muchas aviudas y sus hijas que permanecen en Sherriza; y la parte de las provisiones que los lamanitas no se llevaron, he aquí, el ejército de Zenefi la ha tomado consigo, y a ellas las ha dejado para que anden errando por donde puedan hallar alimento; y muchas ancianas se desmayan por el camino, y mueren.

17 Y el ejército que está conmigo es débil; y los ejércitos de los lamanitas me separan de Sherriza; y cuantos se han pasado al ejército de aAarón han sido víctimas de su espantosa brutalidad.

18 ¡Oh, la depravación de mi pueblo! No tienen ni orden ni misericordia. He aquí, no soy más que un hombre, y no tengo más fuerza que la de un hombre, y ya no me es posible poner en vigor mis órdenes.

19 Y ellos se han empedernido en su perversidad; y son igualmente brutales, pues no perdonan a nadie, ni a jóvenes ni a ancianos; y se deleitan en todo menos en lo que es bueno; y los padecimientos de nuestras mujeres y nuestros hijos por toda la faz de esta tierra sobrepujan a todas las cosas; sí, la lengua no lo puede expresar, ni se puede escribir.

20 Ahora bien, hijo mío, no hablo más de esta horrible escena. He aquí, tú conoces la iniquidad de los de este pueblo; sabes que no tienen principios y han perdido toda sensibilidad; y sus iniquidades asobrepujan a las de los lamanitas.

21 He aquí, hijo mío, no puedo encomendarlos a Dios, no sea que él me castigue.

22 Mas he aquí, hijo mío, te encomiendo a Dios, y confío en Cristo que te salvarás; y le pido a Dios que te aconserve la vida para que seas testigo o del regreso de este pueblo a él, o de su entera destrucción; porque yo sé que deben perecer, a menos que se barrepientan y vuelvan a él.

23 Y si perecen, será como los jareditas, por motivo de la obstinación de sus corazones en abuscar sangre y bvenganza.

24 Y si es que perecen, sabemos que un gran número de nuestros hermanos se han apasado a los lamanitas, y que muchos otros también desertarán a ellos. Escribe, pues, algunas cosas, si eres preservado y yo muero y no te veo más; pero confío en que pueda verte pronto, porque tengo unos anales sagrados que quisiera bentregarte.

25 Hijo mío, sé fiel en Cristo; y que las cosas que he escrito no te aflijan, para apesadumbrarte hasta la muerte; sino Cristo te anime, y sus apadecimientos y muerte, y la manifestación de su cuerpo a nuestros padres, y su misericordia y longanimidad, y la esperanza de su gloria y de la vida beterna, reposen en tu cmente para siempre.

26 Y la gracia de Dios el Padre, cuyo trono está en las alturas de los cielos, y de nuestro Señor Jesucristo, que se sienta a la adiestra de su poder, hasta que todas las cosas le sean sujetas, te acompañe y quede contigo para siempre. Amén.


CAPÍTULO 10

Se recibe un testimonio del Libro de Mormón por el poder del Espíritu Santo—Los dones del Espíritu se dan a los fieles—Los dones espirituales siempre acompañan a la fe—Las palabras de Moroni hablan desde el polvo—Venid a Cristo, perfeccionaos en Él y santificad vuestras almas. Aproximadamente 421 d.C.

1 Y ahora yo, Moroni, escribo algo según me parezca bien; y escribo a mis hermanos los alamanitas; y quiero que sepan que ya han pasado más de cuatrocientos veinte años desde que se dio la señal de la venida de Cristo.

2 Y asello estos anales, después que os haya hablado unas palabras por vía de exhortación.

3 He aquí, quisiera exhortaros a que, cuando leáis estas cosas, si Dios juzga prudente que las leáis, recordéis cuán misericordioso ha sido el Señor con los hijos de los hombres, desde la creación de Adán hasta el tiempo en que recibáis estas cosas, y que lo ameditéis en vuestros bcorazones.

4 Y cuando recibáis estas cosas, quisiera exhortaros a que apreguntéis a Dios el Eterno Padre, en el nombre de Cristo, si bno son verdaderas estas cosas; y si pedís con un corazón csincero, con dverdadera intención, teniendo efe en Cristo, él os fmanifestará la gverdad de ellas por el poder del Espíritu Santo;

5 y por el poder del Espíritu Santo podréis aconocer la bverdad de todas las cosas.

6 Y cualquier cosa que es buena, es justa y verdadera; por lo tanto, nada que sea bueno niega al Cristo, antes bien, reconoce que él existe.

7 Y por el poder del Espíritu Santo podréis saber que él existe; por lo que quisiera exhortaros a que no neguéis el poder de Dios; porque él obra por poder, ade acuerdo con la fe de los hijos de los hombres, lo mismo hoy, y mañana, y para siempre.

8 Y además os exhorto, hermanos míos, a que no neguéis los adones de Dios, porque son muchos, y vienen del mismo Dios. Y hay bdiversas maneras de administrar estos dones, pero es el mismo Dios que obra todas las cosas en todo; y se dan a los hombres por las manifestaciones del Espíritu de Dios para beneficiarlos.

9 Porque he aquí, aa uno le es dado por el Espíritu de Dios benseñar la palabra de sabiduría;

10 y a otro, enseñar la palabra de conocimiento por el mismo Espíritu;

11 y a otro, una afe sumamente grande; y a otro, los dones de bsanar por el mismo Espíritu;

12 y además, a otro, obrar poderosos amilagros;

13 y además, a otro, profetizar concerniente a todas las cosas;

14 y además, a otro, ver ángeles y espíritus ministrantes;

15 y además, a otro, todo género de lenguas;

16 y además, a otro, la interpretación de idiomas y diversas clases de alenguas.

17 Y todos estos dones vienen por el Espíritu de Cristo; y vienen a todo hombre, respectivamente, de acuerdo con su voluntad.

18 Y quisiera exhortaros, mis amados hermanos, a que tengáis presente que atoda buena dádiva viene de Cristo.

19 Y quisiera exhortaros, mis amados hermanos, a que recordéis que él es el amismo ayer, hoy y para siempre, y que todos estos dones de que he hablado, que son espirituales, jamás cesarán, mientras permanezca el mundo, sino por la bincredulidad de los hijos de los hombres.

20 Por tanto, debe haber afe; y si debe haber fe, también debe haber esperanza; y si debe haber esperanza, debe haber caridad también.

21 Y a menos que tengáis acaridad, de ningún modo seréis salvos en el reino de Dios; ni seréis salvos en el reino de Dios si no tenéis fe; ni tampoco, si no tenéis esperanza.

22 Y si no tenéis esperanza, os hallaréis en la desesperación; y la desesperación viene por causa de la iniquidad.

23 Y Cristo verdaderamente dijo a nuestros padres: aSi tenéis fe, podréis hacer todas las cosas que me sean convenientes.

24 Y ahora hablo a todos los extremos de la tierra: Si llega el día en que dejen de existir entre vosotros el poder y los dones de Dios, será apor causa de la bincredulidad.

25 Y ¡ay de los hijos de los hombres si tal fuere el caso; porque ano habrá entre vosotros quien haga lo bueno, no, ni uno solo! Porque si hubiere entre vosotros quien hiciere lo bueno, será por el poder y los dones de Dios.

26 Y ¡ay de aquellos que hagan cesar estas cosas y amueran, porque mueren en sus bpecados y no pueden ser salvos en el reino de Dios! Y lo digo de acuerdo con las palabras de Cristo, y no miento.

27 Y os exhorto a que recordéis estas cosas; pues se acerca rápidamente el día en que sabréis que no miento, porque me veréis ante el tribunal de Dios; y el Señor Dios os dirá: ¿No os declaré mis apalabras, que fueron escritas por este hombre, como uno que bclamaba de entre los muertos, sí, como uno que hablaba desde el cpolvo?

28 Declaro estas cosas para el cumplimiento de las profecías. Y he aquí, procederán de la boca del Dios sempiterno; y su palabra aresonará de generación en generación.

29 Y Dios os mostrará que lo que he escrito es verdadero.

30 Y otra vez quisiera exhortaros a que avinieseis a Cristo, y procuraseis toda buena dádiva; y que no btocaseis el don malo, ni la cosa impura.

31 ¡Y adespierta y levántate del polvo, oh Jerusalén; sí, y vístete tus ropas hermosas, oh hija de bSión; y cfortalece tus destacas, y extiende tus linderos para siempre, a fin de que ya eno seas más confundida, y se cumplan los convenios que el Padre Eterno te ha hecho, oh casa de Israel!

32 Sí, avenid a Cristo, y bperfeccionaos en él, y absteneos de toda impiedad, y si os abstenéis de toda impiedad, y camáis a Dios con toda vuestra alma, mente y fuerza, entonces su gracia os es suficiente, para que por su dgracia seáis perfectos en Cristo; y si por la gracia de Dios sois perfectos en Cristo, de ningún modo podréis negar el poder de Dios.

33 Y además, si por la gracia de Dios sois perfectos en Cristo y no negáis su poder, entonces sois asantificados en Cristo por la gracia de Dios, mediante el derramamiento de la bsangre de Cristo, que está en el convenio del Padre para la cremisión de vuestros pecados, a fin de que lleguéis a ser dsantos, sin mancha.

34 Y ahora me despido de todos. Pronto iré a adescansar en el bparaíso de Dios, hasta que mi cespíritu y mi cuerpo de nuevo se dreúnan, y sea llevado triunfante por el eaire, para encontraros ante el fagradable tribunal del gran gJehová, el hJuez Eterno de vivos y muertos. Amén.


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